Máquinas de vivir. Flamenco y Arquitectura en la ocupación y desocupación de espacios
Exposición: MAQUINAS DE VIVIR
Comisariado y dirección: PEDRO G. ROMERO y MARÍA GARCÍA
Sala: CentroCentro / Palacio de Cibeles, Madrid.
Insólito, por lo inusual de la propuesta, resulta el contenido y la forma de esta instalación, en la que sus autores, Pedro G. Romero y María García, según declaran en la presentación, parten de los postulados que, en materia urbanística, aportaron los teóricos del movimiento situacionista (cuya rehabilitación en el seno de las luchas sociales del presente no estaría de más considerar), que, a mediados del pasado siglo, establecieron un nexo teórico entre marxismo, estructuralismo y arquitectura.
Y así, partiendo de la concepción del diseño de Le Corbusier, el socialismo utópico de Proudhon, los estudios antiautoritarios de Guy Débord y el marxismo científico de Althusser, llegamos a la rumba de Caño Roto y al teatro andaluz previos a la Transición política española.
Abundantísima y complejísima en documentación –libros, prensa, recortes, manifiestos, cartelería, fotografías, documentales, programas de mano, mobiliario, herramienta, planos arquitectónicos-, resulta fundamental asistir a la hora que el guía explica la exposición, salvo riesgo de perderse de sala en sala.
Las primeras dependencias de la Muestra atañen a la diáspora gitana europea de los siglos XVIII y XIX y las diferentes experiencias urbanísticas en lo referente a su trashumancia y su folclore. La segunda parte de la instalación se centra más en la evolución de las tendencias musicales que, en el seno del flamenco, surgieron como resultado de los movimientos migratorios de los años cincuenta, en el caso, sobre todo, de Madrid y Barcelona (desde la rumba urbana en sus diferentes versiones –barcelonesa y vallecana- hasta el acceso del cante a espacios contestatarios inusuales hasta aquel entonces: recintos univesitarios, asociaciones vecinales o foros políticos), y de la lucha contra el régimen en el declive tardofranquista.
Especialmente evocador en este sentido, resulta el amplio espacio dedicado al teatro flamenco sevillano y granadino, surgido principalmente de las iniciativas de activistas culturales como Jiménez Romero,Távora, Juan de Loxa o Monleón, así como de las diferentes propuestas del bailaor Mario Maya.
Con tanta, y desacostumbrada, información acumulada en la exposición, a través de las ocho o nueve galerías que componen la obra, intuímos que no siempre la estructura y la teoría casan bien con lo expuesto, y no resulta difícil perderse, pero en cualquier caso resulta recomendable la visita, a fin, sobre todo, de recordar que las músicas, no surgen de manera espontánea, cuando alguien le canta a la luna, sino que son producto de una multiplicidad de condicionantes geográficos, etnográficos, folclóricos y políticos, que en un gran número de casos, y en el flamenco mucho más, aún se encuentran pedientes de estudio. Francisco Moreno Galván, cuando el situacionismo balbuceaba en España, ya se anticipó por tonás: Todo el que canta a la luna / es que en la luna está; / que los que pisan la tierra / a la tierra cantarán.